La 10 en un equipo de favela
Fútbol 8: Entre Patadas y Cracks

Soy toro en mi rodeo y torazo en rodeo ajeno

Andaba con ganas de jugar más días a la semana, así que me puse a buscar algo por Aterro. Y lo encontré: una pelada que, al principio, no me quiso incluir, pero que terminó siendo más amigable que un brasilero con una cerveza en la mano.
Índice
Una pelada mas competitiva
Andaba con ganas de jugar más días a la semana, así que me puse a buscar algo por Aterro. Y lo encontré: una pelada que, al principio, no me quiso incluir, pero que terminó siendo más amigable que un brasilero con una cerveza en la mano
Los Rivales: Estrellas de la pelada
Había un flaco que parecía Neymar físicamente, pero jugaba como Paquetá. La pisaba, gambeteaba y era un dolor de cabeza para sacársela. Cuando nos tocó enfrentarnos, jugó bien, pero mi equipo ganó 2-0. Yo metí un gol y una asistencia, y él nunca me pudo frenar.
Después estaba Hulk, pero en versión fútbol. Físico de bestia, imposible de mover. Le ponías tres tipos encima y el tipo seguía de pie. Si te ganaba, era por técnica o por físico. Y encima, cuando tiraba un bombazo, la pelota salía con fuego, ¡¡con ambas piernas!!
Este sí fue un rival que me costó ganarle. Para que no crean que este blog es para inflar mi ego con mentiras, les digo la posta: de 10 partidos, le gané 3. Él me ganó los otros 7, y los ganaba solo. Un pedazo de crack.
Al final, Josa vio mi potencial y me convocó para su equipo, que jugaba una liga en Aterro todos los sábados a las 19hs. Se me complicaba por el hostel, pero estaba decidido a hacer lo que fuera para estar ahí todas las semanas.
Se venía algo grande.
Borussia da Favela
El equipo se llamaba Borussia, como el Dortmund alemán, pero esto no era una Bundesliga, ni cerca.
No era un torneo de favela, porque no se jugaba en una, pero el equipo sí era una selección de cracks de una misma favela… y yo, el único “gringo”, al que, insólitamente, le dieron la 10.
Imaginate ser el único argentino portando la 10 en un equipo de favela, rodeado de bestias con la pelota. ¡Qué presión!, pero de esa que te alimenta, que te hace querer comerte la cancha.
Cada barrio elegía un equipo europeo y jugaba la liga con su camiseta. Nuestro debut era contra el Ajax. Y lejos de jugar con la elegancia holandesa, estos tipos eran sanguinarios.
Bienvenido a Brasil, Ismu
Yo llevaba la 10 y, aunque mi portugués es fluido, mi cara y mi acento gritan “ARGENTINA” a kilómetros. Así que mis compañeros ya me habían advertido:
— “Gringo, soltá rápido la pelota porque te van a lastimar”.
Pero no hay peor sordo que el que no quiere oír. En la primera que recibí, en vez de jugar de primera, la aguanté. Gran error.
El defensor rival vino con todo: suela levantada, codo en las costillas, presión asfixiante. Sentí el impacto y supe que este partido no era cualquier partido. “Welcome to Brasil, ismu”, me dije a mí mismo. Claro que exageré el grito y el gesto, intentando conseguir al menos una falta… pero en la calle, en Brasil y con el partido recién arrancado, eso fue un “siga, siga” de manual.
Mis compañeros no tardaron en recordármelo:
— “Te avisamos, soltala rápido”.
Empecé a jugar más inteligente. No de primera, sino buscando que mi primer toque ya sea un regate, algo que me diera ventaja antes de que me partieran al medio. Pero en mi cabeza había otro objetivo: encontrar al que me había acomodado el codazo en las costillas.
El problema era que el tipo era rapidísimo, escurridizo y jugaba simple. No lo podía agarrar.
El gol que desencadenó una batalla
Defendíamos una jugada cuando el rival tiró un centro desde la derecha. Corrí desde el círculo central para despejarla… y en una fracción de segundo sentí un codazo en la espalda.
Caí al suelo y, mientras intentaba recuperar el aire, vi cómo el tipo que me había golpeado cabeceaba y metía el gol.
No contento con eso, vino directo hacia mí, me miró y me gritó:
— “Gol gringo, gol. Aqui é o Brasil, porr. Fica ligado”*.
Estate atento, me dijo. Me dejó con la sangre en el ojo. Esta no la iba a dejar pasar.
Soy argentino me sobran los huevos
Empatamos rápido por un error del arquero rival. Y ahora era mi turno de vengarme.
Ellos intentaron la misma jugada de antes, calcada. Pero esta vez yo venía desde atrás.
Justo cuando el tipo se preparaba para cabecear, le deslicé suavemente –pero profundo– el codo en la nuca.
Se tiró al piso gritando y pidiendo penal. Me acerqué a su cara y, con la misma frialdad con la que me lo había gritado antes, le devolví la gentileza:
— “Aqui é o Brasil, mas eu sou Argentino, porr. Fica ligado”*.
Se levantó como un resorte y me encaró cara a cara. Nos queríamos matar. Tuvieron que separarnos, pero el partido ya estaba picadísimo.
Cada dividida con él era una guerra. Trompadas, patadas, empujones… puro fútbol de calle.
Nos metieron el 2-1, pero yo lo empaté entrando solo por el segundo palo. Agarré la pelota y la puse en el medio. Sabía que había tiempo para uno más.
Y lo hubo. Hicimos el 3-2 en una jugada polémica. Ellos decían que la pelota se había ido por el lateral, por eso se quedaron parados. Nosotros seguimos, porque fair play nunca.
Aguantamos como pudimos, pero eran muy buenos. Nos empataron 3-3.
Primer partido de la liga, primer batalla futbolera. Nos quedamos con un sabor amargo, pero también con la certeza de que este torneo iba a ser una guerra.
De la favela a Oceanía: un ultimo show en Rio
La segunda fecha era contra el PSG, un equipo ya consolidado pero con algunas bajas por lesión. El partido fue un trámite: ganamos 8-2, metí dos goles y di tres asistencias.
Pero no nos quedemos solo en los números. Ese partido fui un auténtico crack.
Me pegaron de todos lados porque estaba intratable: robaba la pelota sin hacer faltas, ahogaba a los rivales con presión y, cuando la tenía, no me la podían sacar.
Mi moral estaba por las nubes. Y eso iba a ser clave para la siguiente fecha: el partido contra el campeón, el Barcelona.
Un Banco con Ventaja
El partido más importante del torneo… y yo llegué tarde. No me pude ir temprano del hostel y caí sobre la hora. Resultado: banco de suplentes.
Estaba caliente, pero Josa, que es un crack y sabe mucho, me frenó:
—No estés enojado. Vas a jugar hoy, y con una ventaja: vas a poder ver cómo juega el rival antes de entrar.
Tenía razón. Si los estudiaba, podía encontrar la clave para desestabilizarlos.
Una Guerra en el Medio
Empezamos jugando muy bien, dominando el partido y generando chances. Pero ellos eran los campeones por algo. En un abrir y cerrar de ojos, nos metieron dos goles.
Un baldazo de agua fría.
Sin decir una palabra, Josa me miró, hizo un cambio y me mandó de doble 5.
—El partido está en el medio —me dijo—. Recuperá y jugá para adelante. No te preocupes, el 5 te cubre la espalda.
Listo. Me dio confianza y libertad. No necesitaba más.
Entré faltando cinco minutos para el entretiempo. En ese rato descontamos y nos fuimos al descanso con la victoria entre ceja y ceja.
Sabíamos que, si salíamos al segundo tiempo con el cuchillo entre los dientes, lo ganábamos.
Un Segundo Tiempo para la Historia
Arrancaron manejando la pelota atrás, jugando al pelotazo para su 9, que tuvo varias pero erró todo. Por suerte.
Hasta que aparecí por izquierda en una contra.
Me tiran un pase en profundidad, pico al vacío, regateo a un rival y lo dejo en el piso. Me sale el central, amago a tirar el centro, recorto con un taco y el tipo, desesperado, me mete la mano en el pecho. Falta al borde del área.
Agarra la pelota nuestro 9, que era tremendo crack, y la pone en un ángulo.
2-2. Locura de gol. Locura de partido.
Ahora era nuestro.
El Golpe Final
El tercero vino de un robo en el medio. El 5 me da la pelota, controlo de espaldas pero orientado para adelante, juego de primera para el 9 y… caño al central, mano a mano, la pica. 3-2. Parecía O Fenômeno.
El 4-2 fue casi todo mío. Voy a presionar a su extremo por derecha, le robo la pelota y salgo rápido, como me había dicho Josa. Hago una pared, pase filtrado al extremo que llega al fondo y tira el centro.
Yo venía a toda velocidad para empujarla, pero el control se me va largo. Así que engancho y… me tocan de atrás.
Penal.
Obvio que lo quería patear yo, pero el 9 estaba en racha y me la pidió. Cedí. Gol, hat-trick para él.
Con el 4-2, ellos seguían intentando pero su delantero erró todo lo que no erró en el torneo pasado.
Hasta que, en la última, el 9 se mandó una obra de arte: presiona, roba, regatea, corre en velocidad y mano a mano abre el pie para sentenciar el partido.
5-2.
Ahora estábamos para ser campeones.
Pasar Página Sin Titubeos
Pero si hay algo que me define, es que nunca estoy mucho tiempo en un solo lugar.
Cuanto más adaptado me siento, más rápido me termino yendo. Tengo la suerte de que esa parte mía que se arraiga a las cosas está apagada. Cambiar de destino me resulta fácil.
No me importaba si estaba brillando en un equipo amateur en Río. Pero tampoco lo tomaba con tanta naturalidad como para perder la esencia de que estaba viviendo algo increíble.
Simplemente, paso de página rápido, sin titubeos.
Así que, sin mediar palabra, agarré mis cosas y me fui.
El fútbol me esperaba en otro lugar.
Ahora mi destino se encontraba al otro lado del mundo, esta vez, en Australia, donde termine jugando en un equipo semi-profesional.
desafiame
Es tu turno.
En tu cancha.
Animate.
y se aplican la Política de Privacidad y Términos del Servicio de Google.
DESAFÍO RECIBIDO
¡Gracias por tu propuesta!
Me contactaré con vos a la brevedad
para hacer posible este encuentro.
