Santa Catarina, donde nació Fulboporelmundo
Playa, nieve y mucho futbol

Santa Catarina, de la playa a la sierra

Su capital es Florianópolis y es uno de los estados con más elevaciones en sus tierras; 52 % del territorio está por encima de los 600 metros. Es por eso que en marzo me encontraba en las hermosas playas de Bombinhas tomando sol y en mayo estaba, dentro del mismo estado y a no mas de 200km, contemplando la nieve en Urubici.
Índice
Balneario Camboriú: la Dubai brasilera y el gigante caído
Balneario Camboriú y Camboriú son como dos mundos en un mismo mapa. El primero, lujo, rascacielos y autos que cuestan lo mismo que un barrio entero.
El segundo, gente laburante, clase media, otro ritmo.
Yo caí en el primero, la famosa “Dubai brasileña”, donde todo brilla más de lo necesario y los edificios parecen competir por tocar las nubes.
Llegué con una sola idea en la cabeza: volver a tocar la pelota.
Venía de semanas sin jugar y la ansiedad me estaba matando. En el hostel donde hacía voluntariado me recibieron de diez, dejé mi equipaje en la habitación y salí disparado para la playa. Algún partido tenía que haber.
Y claro, había. Seis contra seis, en la arena, puro fútbol playero. Me quedé como un perro esperando que le tiren un hueso, sentado atrás del arco, listo para saltar a la cancha en cuanto alguien se fuera.
El gigante y el enano
Mientras miraba el partido, me llamó la atención un tipo. Dos metros, un tanque, buen jugador. De esos que sabés que son el dueño de la cancha apenas tocan la pelota.
Y como a mí me gustan los desafíos, no podía esperar para entrar y jugar contra él.
El destino, que a veces me escucha, hizo lo suyo: se abrió un lugar y me metí. Ahora era mi turno.
Fui directo a buscarlo, para que viera que yo no era uno más del montón. Pero él, tranquilo, seguía haciendo su juego, metiendo goles y llevando el equipo al hombro.
Lo que no sabía era que ese partido no iba a ser como los demás.
Mi equipo sacó ventaja rápido. Él descontaba, pero cada vez que se acercaban, yo aparecía para estirar la diferencia. De a poco, lo noté más picante, más áspero, especialmente conmigo.
Hasta que en una jugada, roba la pelota en su área y sale disparado al ataque.
Error.
Corrí detrás suyo y le metí mi clásica recuperación con un sutil codo en la espalda. No lo vio venir. Voló.
Sus dos metros no le alcanzaron para hacerle frente a un enano de 1,60 con hambre de gloria.
Se levantó caliente y me empujó con esas manazas. Ahí me di cuenta de que era el único nuevo en el partido y que todos lo conocían a él. Pero Brasil sabe de fútbol, y los mismos amigos lo frenaron. “Fue limpio”, le dijeron.
Sabía que en la próxima pelota iba a venir a cobrársela.
Y vino.
Yo lo esperé firme, con el cuerpo bien plantado, hasta que la frustración lo hizo recurrir a lo único que le quedaba: violencia. Plancha de 45cm de calzado directo a mí.
Me quedé parado. Los amigos miraban, esperando una reacción.
¿Qué iba a hacer yo? ¿Pelear con un tipo que me saca medio metro? ¿De visitante? Nah, yo seguí jugando. “Esto es fútbol”, dije.
Cobraron falta. Les dije que no. Si me la quería cobrar, que fuera en buena ley.
Y la tuvo. Salí con todo a marcarlo y lo vencí otra vez. Desbordado, sin opciones, usó su último recurso: codazo a la boca.
Sentí el golpe seco y la sangre. Sus amigos ya no lo defendieron, lo sacaron de la cancha. El gigante había sido derrotado.
Por un argentino de 1,60.
Desde ese día, supe que Santa Catarina, al igual que todo Brasil, está cargada de pasión por el fútbol.
Despedida bajo la lluvia y rumbo a la sierra
Los días en Balneario Camboriú pasaban volando. Entre partidos en la playa, nuevos amigos y noches interminables, la ciudad me había atrapado. Pero todo lo bueno tiene un final, y mi tiempo ahí se estaba agotando.
Antes de irme, uno de los huéspedes del hostel me invitó a jugar un partido de fútbol 5 en Itajaí. No iba a decir que no.
Fútbol, lluvia y churrasco
El partido se jugó bajo la lluvia, con la cancha rápida y resbaladiza. Un escenario perfecto para el caos.
El nivel no era nada del otro mundo, pero yo me sentí en estado de gracia. Esos días en Balneario me habían devuelto la chispa, y en la cancha cada toque, cada gambeta, salía natural.
Cuando terminó el partido, pasamos a la mejor parte: churrasco y cervezas. La carne humeaba en la parrilla, las botellas pasaban de mano en mano, y en el aire flotaba ese ambiente que solo el fútbol puede crear.
Gente que hasta hace unas horas era desconocida, ahora brindaba junta como si fueran amigos de toda la vida.
Yo estaba en mi salsa. Brasil me estaba tratando demasiado bien, y ya empezaba a pensar en cuánto iba a extrañar ese lugar.
Florianopolis, cambio de aire
Mi viaje debía seguir. El próximo destino: Urubicí, en las sierras catarinenses.
Pero antes de enfrentarme a ese cambio radical —del calor y la locura de Balneario al frío y la tranquilidad de la sierra— decidí hacer una parada estratégica en Florianópolis.
Unos días para bajar revoluciones, desconectar un poco y recargar energías antes de lo que vendría: mi primer partido de 1vs1.
No sabía exactamente que iba a suceder allá, pero si sabia que lo que se venía iba a ser diferente. Y para eso, necesitaba estar listo.
Se armaron unos picados en la playa, especialmente de noche. En Brasil no existe un solo lugar donde no ruede una pelota a cualquier hora.
Ya con la satisfacción de haber cumplido mi cometido en la isla de la magia, era tiempo de emprender viaje a la sierra.
Urubici, magia en el corazón de la sierra
Llegué a Urubicí con la idea de quedarme un tiempo, así que lo primero que hice fue buscar un gimnasio para entrenar. Entre el trabajo y el fútbol, tenía que ponerme en forma.
Me decidí por la Academia Carol, donde los pibes que me atendieron fueron tan buena onda que, además de darme la bienvenida, me metieron en órbita para jugar al fútbol.
Resulta que el gimnasio tenía su propio equipo, que competía en torneos locales. Me hicieron una prueba y me sumaron al plantel con un conjunto personalizado.
El invierno pegaba fuerte. Frío descomunal, a veces nieve, pero nunca me frenó. A las 7 AM estaba entrenando y a las 10 de la noche jugando partidos.
El día que conocí a Rafinha
Paralelamente a los torneos del gym, empecé a jugar partidos en la cancha local. Fue ahí donde apareció Rafinha, un pibe de 18 años con un talento fuera de serie.
Físico de Neymar, regate de Ronaldinho y un cañonazo a lo Rivaldo.
La primera vez que lo vi, jugó antes que yo. Lo vi correr sin descanso durante una hora y cuando terminó pensé: “Menos mal que no juega ahora.”
Error.
Al equipo rival le faltaba uno y adivinen quién entró. Como si no hubiera jugado antes, Rafinha empezó a hacer estragos.
Yo lo vi y me lo tomé personal: “Este es el hombre del equipo, no puedo ser menos.”
El partido fue una locura, parecía un guión de película.
•Rafinha metía un gol, yo respondía.
•Él se mandaba una jugada mágica, yo hacía lo mismo.
•Pasaba a tres y remataba, yo lo igualaba.
•Era un ida y vuelta de magia, con dos tipos sin miedo al ridículo.
El partido estaba 16 a 15 para él. Yo tenía que hacer algo épico.
Remontada bajo la lluvia
Saqué una jugada de la galera: doble sombrerito, caño y asistencia. Mientras la pelota entraba, Rafinha gritaba: ”¡Paren a ese desgraciado, márquenlo más fuerte!”
16 a 16. En ese momento, empezó a llover.
Rafinha vino con todo en la última jugada. Pero esta vez no intentó la personal, sino que jugó para un compañero. Vi la oportunidad y lo dejé ir por la línea. Su compañero, enceguecido por querer ser el héroe, intentó pasarse de vivo y me encaró.
Error.
Le metí un cuerpazo que lo dejó estampado contra el alambrado y recuperé la pelota. Salí jugando rápido, armé una pared y quedé mano a mano con el arquero.
Tenía que definir.
Pensé en pegarle fuerte, pero… no podía irme sin mi marca registrada.
La piqué.
Gol. 17 a 16.
La revancha en el 1x1
Ya con la calma de la victoria, Rafinha se me acercó. Me preguntó de dónde era, pensó que era paraguayo. Cuando le dije que era argentino, le solté algo que venía pensando:
“Hermano, fue un honor jugar contra vos. Sos de los mejores que enfrenté en mi vida.”
Él me devolvió el gesto y aceptó un partido de 1vs1 sin dudar.
Días después, acordamos jugar un sábado a las 10 AM. Justo en el trabajo conocí a un argentino que era arquero. Perfecto. Ya tenía el escenario armado.
Llegó el día y yo estaba calentando media hora antes. No quería dejar nada librado al azar. Quería estar al 100%.
Pero pasaron los minutos… 10:15 y Rafinha no llegaba.
Empecé a pensar que se había arrepentido. No quería enfriarme, así que seguí calentando hasta quedar más cansado de lo que esperaba.
A las 10:30 apareció.
Con cara de dormido.
Había salido de fiesta y no logró levantarse temprano.
Ahora estábamos equilibrados: yo cansado, él con resaca.
Se venía un 1vs1 con tintes de batalla épica.
desafiame
Es tu turno.
En tu cancha.
Animate.
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DESAFÍO RECIBIDO
¡Gracias por tu propuesta!
Me contactaré con vos a la brevedad
para hacer posible este encuentro.
